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			 En qué creo ha sido el objetivo en numerosas 
			ocasiones de los gacetilleros. Tales historias espeluznantes e 
			incoherentes se han lanzado sobre mí, que no me extraña que a cada 
			ser humano común le dé un vuelco el corazón cada vez que se menciona 
			el nombre de Emma Goldman. Es una lástima que no vivamos en los 
			tiempos cuando las brujas eran quemadas en la hoguera y torturadas 
			para expulsar el espíritu maligno de sus cuerpos. Para ellos, de 
			hecho, Emma Goldman es una bruja. Es verdad que no se come a los 
			niños, pero ella ha hecho cosas más terribles. Fabrica bombas y 
			juega con la vida de los dirigentes del Estado. ¡Uhhh! 
			 
			Tales son las impresiones que el público tiene sobre mí y mis ideas. 
			Por ello es muy de agradecer que el World haya dado la oportunidad a 
			sus lectores para que sepan realmente cuáles son mis creencias. 
			 
			El estudioso de la historia del pensamiento progresista es 
			perfectamente consciente de que cada idea, en sus primeros 
			estadios, ha sido despreciada y que los defensores de tales 
			planteamientos han sido calumniados y perseguidos. No hace falta ir 
			dos mil años atrás, al tiempo en el cual los que creían en lo que 
			predicaba Jesús eran arrojados a la arena o encerrados en calabozos, 
			para percatarse cómo las grandes creencias o los más fervientes 
			creyentes son incomprendidos. La historia del progreso está escrita 
			con la sangre de los hombres y mujeres que se han atrevido a 
			vincularse con causas impopulares, como, por ejemplo, los derechos 
			de los negros a controlar su propio ser, o las mujeres de su propio 
			pensamiento. Si, por tanto, desde tiempos inmemoriales, lo nuevo ha 
			tenido que hacer frente al rechazo y la condena, ¿por qué mis 
			creencias deberían estar exentas de su corona de espinas? 
			 
			En qué creo es algo más bien cambiante antes que algo irreversible. 
			Lo definitivo es para los dioses y los gobiernos, no para la 
			inteligencia humana. Aunque puede ser cierto que el modelo de 
			libertad de Herbert Spencer es el más brillante sobre esta cuestión, 
			como base política de la sociedad, la vida es algo más que 
			fórmulas. La batalla por la libertad, como muy bien ha indicado 
			Ibsen, es la lucha por, y no sólo para, alcanzar la libertad que 
			libere lo más poderoso, fundamental y destacable del carácter 
			humano. 
			 
			El anarquismo no es sólo un proceso que marche por “caminos 
			sombríos”, sino que vivifica todo lo que es positivo y constructivo 
			en el desarrollo orgánico. Es la manifiesta protesta del tipo más 
			militante. Absolutamente inflexible, insistiendo e impregnando las 
			fuerzas que hacen frente al más terco ataque y que resiste a las 
			críticas de aquellos que en verdad constituyen las últimas voces de 
			una época decadente. 
			 
			Los anarquistas no son simples espectadores en el teatro del avance 
			social; al contrario, tienen unos conceptos muy positivos con 
			respecto a los objetivos y los métodos. 
			 
			Como debo expresarme lo más claro posible en el menor espacio, 
			permítaseme que adopte el típico esquema para desarrollar en qué 
			creo. 
			 
			I. RESPECTO DE LA PROPIEDAD 
			 
			La “propiedad” significa el dominio sobre los objetos y la negación 
			a los demás de usar tales objetos. En tanto la producción no sea 
			igual a la demanda, la propiedad institucional pudo tener alguna 
			raison d’être (En francés en el original). Pero sólo hace falta 
			consultar a los economistas para saber que la productividad del 
			trabajo en las últimas décadas se ha incrementado 
			extraordinariamente, excediendo a la normal demanda cientos de 
			veces, convirtiendo a la propiedad no sólo en una traba para el 
			bienestar de los seres humanos, sino en un obstáculo, una barrera 
			mortal, para todo progreso. Es el dominio privado de los bienes lo 
			que condena a millones de personas a ser nada, muertos vivientes 
			sin originalidad o capacidad de iniciativa, maquinarias vivientes, 
			que acumulan montañas de riquezas para otros, recibiendo a cambio 
			una vida gris, aburrida y miserable. Creo que no puede existir una 
			legítima riqueza, una riqueza social, en tanto se base en las vidas 
			humanas, la vida de jóvenes y viejos, en la vida de los que están 
			por venir. 
			 
			Se afirma, por parte de los pensadores radicales, que la causa 
			fundamental de este terrible estado de la cuestión es: 1º) que la 
			mayoría de los hombres deben vender su labor, 2º) que su 
			predisposición y opinión está subordinada a la voluntad de su amo. 
			 
			El anarquismo es la única filosofía que puede, y debe, acabar con 
			esta situación humillante y degradante. Se diferencia de las otras 
			teorías en que se centra en el desarrollo del ser humano, su 
			bienestar físico, sus cualidades latentes e innata disposición que 
			deben determinar el tipo y condiciones de su trabajo. De igual modo, 
			deben ser sus condiciones físicas y mentales, y las necesidades de 
			su alma, lo que determine lo que cada uno deba recibir. Para hacer 
			esto realidad, sólo es posible, creo, en una sociedad basada en la 
			voluntaria cooperación de los grupos productivos, comunidades y 
			sociedades que libremente se federarán juntas, que finalmente 
			desarrollarán el comunismo libertario, actuando por la solidaridad 
			de intereses. No puede existir libertad, en el amplio sentido de la 
			palabra, ni desarrollo armonioso, en tanto las consideraciones 
			mercenarias y comerciales jueguen un papel fundamental en la 
			determinación de la conducta personal. 
			 
			II. RESPECTO DEL GOBIERNO 
			 
			Creo que el gobierno, la autoridad organizada o el Estado, sólo son 
			necesarios para mantener o proteger la propiedad y los monopolios. 
			Está suficientemente demostrado esta única función. Por no potenciar 
			la libertad individual, el bienestar humano y la armonía social, lo 
			que debería constituir el verdadero orden, los gobiernos han sido 
			condenados por todos los grandes pensadores del mundo. 
			 
			Por lo tanto, creo, con mis compañeros anarquistas, que las 
			regulaciones estatutarias, las promulgaciones legales, las 
			disposiciones constitucionales, son invasoras. Nunca han inducido 
			a un hombre a hacer algo que él no quisiera hacer por la capacidad 
			de su intelecto o temperamento, ni evitó nada que el hombre no haya 
			sido capaz de hacer por las mismas causas. La pictórica descripción 
			de Mollet, The man with the hoe (El hombre con el azadón. (N. de 
			E.), la obra maestra sobre la minería de Meunier que ha ayudado a 
			valorizar este trabajo frente a su anterior degradante 
			consideración; las descripciones de Gorki del submundo, los 
			análisis psicológicos de Ibsen de la vida humana, nunca podrían 
			haber sido inducidas por el gobierno como no potencia el espíritu 
			que impele al hombre a salvar a un niño que se ahoga o a una mujer 
			herida de un edificio en llamas, las regulaciones legales o las 
			porras de los policías. Creo, de hecho, que todo lo bueno y bello de 
			la acción y expresión del ser humano tiene lugar a pesar del 
			gobierno y no a causa de él. 
			 
			Los anarquistas están, por lo tanto, justificados cuando asumen que 
			el anarquismo, que la falta de gobierno, potenciará la más grande y 
			amplia oportunidad para un desarrollo humano sin cortapisas, la 
			piedra angular del verdadero progreso y armonía social. 
			 
			En relación con el argumento estereotipado de que el gobierno 
			reprime el crimen y los vicios, incluso no es creíble ni para los 
			propios legisladores. Este país gasta millones de dólares para 
			mantener a los criminales tras los barrotes de las prisiones, a 
			pesar de que el crimen no ha parado de incrementarse. Seguramente, 
			¡este estado de las cosas no es consecuencia de la carencia de 
			leyes! El noventa por ciento de todos los crímenes son delitos 
			contra la propiedad, que tienen su causa en nuestras injusticias 
			económicas. En tanto y en cuanto continúen existiendo estas 
			injusticias, podremos convertir cada farola en una horca sin que se 
			aprecie el más mínimo efecto sobre los delitos cometidos entre 
			nosotros. 
			 
			Los delitos, que son consecuencia de la herencia, nunca podrán ser 
			evitados mediante la ley. Ciertamente, en la actualidad sabemos que 
			tales delitos pueden ser tratados de manera más efectiva sólo 
			mediante los mejores métodos modernos de la medicina que están a 
			nuestro alcance, y, sobre todo, mediante un profundo sentimiento de 
			hermandad, generosidad y comprensión. 
			 
			III. RESPECTO DEL MILITARISMO 
			 
			No debería tratar este aspecto de manera independiente, en tanto 
			tiene más que ver con la parafernalia del gobierno, si no fuera 
			porque aquellos que más vigorosamente se oponen a mis creencias, al 
			representar en última instancia el poder, son los apologistas del 
			militarismo. 
			 
			De hecho, son los anarquistas los únicos verdaderos defensores de 
			la paz, las únicas personas que claman para frenar la creciente 
			tendencia del militarismo, que está transformando rápidamente este, 
			tradicionalmente país de la libertad, en una potencia imperialista y 
			despótica. 
			 
			El espíritu militarista es el más despiadado, cruel y brutal que 
			existe. Promociona una institución mediante la cual no necesita ni 
			siquiera fingir una justificación. El soldado, como ha indicado 
			Tolstoi, es un asesino de seres humanos. No mata por amor, como 
			podría hacer el salvaje, o por pasión, como ocurre con los 
			homicidas. Es una herramienta mecánica, de sangre fría, que obedece 
			a sus superiores militares. Está predispuesto a rebanar una garganta 
			o echar a pique un navío al dictado de sus oficiales, sin saber el 
			porqué o, tal vez, sólo importándole cómo. Me confirma esta 
			afirmación nada menos que una lumbrera militar como el general 
			Funston. Cito el último artículo del New York Evening Post del 30 de 
			junio, que trata el caso del soldado William Buwalda que ha 
			provocado una conmoción a lo largo de todo el Noroeste (1) “La 
			primera obligación de un oficial o un recluta”, decía nuestro noble 
			guerrero, “es una incuestionable obediencia y lealtad frente al 
			gobierno al cual ha jurado fidelidad; no existe diferencias ya sea 
			que él apruebe o no tal gobierno”. 
			 
			¿Cómo podemos armonizar el principio de una “ciega obediencia” con 
			el principio de “la vida, la libertad y la búsqueda de la 
			felicidad”? El mortal poder del militarismo no ha quedado tan 
			eficazmente demostrado hasta el momento como con la reciente condena 
			por un consejo de guerra de William Buwalda, de San Francisco, 
			Compañía A, Ingenieros, a 5 años en una prisión militar. Estamos 
			ante un hombre que contaba con 15 años de servicios de manera 
			continuada. “Su carácter y conducta eran intachables”, nos dijo el 
			general Funston quien, en consideración a ello, redujo la condena de 
			Buwalda a 3 años. 
			 
			De esta manera, un hombre fue expulsado inmediatamente del ejército, 
			con deshonores, robándole la posibilidad de recibir una pensión y 
			enviado a prisión. ¿Cuál fue su crimen? ¡Sólo oír en la Norteamérica 
			de las libertades! William Buwalda acudió a una conferencia pública, 
			y tras la charla, estrechó la mano de la oradora. El general Funston, 
			en su carta al Post, de la cual he hecho referencia anteriormente, 
			afirmaba que la acción de Buwalda fue una “gran ofensa militar, 
			infinitamente mayor que la deserción”. En otras declaraciones 
			públicas que realizó el general en Portland, Oregon, afirmó que “El 
			delito de Buwalda fue muy serio, igual que la traición”. 
			 
			Es cierto que la conferencia estaba organizada por los anarquistas. 
			Si hubieran convocado el acto los socialistas (2), nos comentaba el 
			general Funston, no hubiera existido objeción alguna a la presencia 
			de Buwalda. De hecho, el general decía, “No tendría ni la más mínima 
			duda en asistir a una conferencia socialista”. Pero, ¿puede existir 
			algo más “desleal” que asistir a una conferencia anarquista con Emma 
			Goldman como oradora? 
			 
			Por este terrible delito, un hombre, un ciudadano de origen 
			norteamericano, que había dado a este país los mejores 15 años de su 
			vida, y cuyo carácter y conducta durante ese tiempo había sido 
			intachable, actualmente languidece en prisión, con deshonor y 
			hurtado su modo de vida. 
			 
			¿Puede haber algo más destructivo para el verdadero genio de la 
			libertad que el espíritu que hizo posible la condena de Buwalda, el 
			espíritu de la ciega obediencia? ¿Es por esto por lo que los 
			norteamericanos han sacrificado en los últimos años 400 millones de 
			dólares y su vitalidad? 
			 
			Creo que el militarismo, una armada y ejército permanente en 
			cualquier país, es indicativo de la pérdida de la libertad y de la 
			destrucción de todo lo mejor y lo más puro de la nación. El clamor 
			creciente a favor de más navíos de guerra y el aumento del ejército 
			bajo la excusa de que nos garantizará la paz es tan absurdo como el 
			argumento de que el hombre más pacífico es aquel que está 
			perfectamente armado. 
			 
			La misma carencia de consistencia es mostrada por esos defensores de 
			la paz que se oponen al anarquismo, ya que supuestamente potencia la 
			violencia, mientras ellos mismos están encantados con la posibilidad 
			de que la nación estadounidense esté pronto preparada para arrojar 
			bombas sobre indefensos enemigos por medio de máquinas voladoras. 
			 
			Creo que el militarismo cesará cuando los amantes de la libertad a 
			lo largo del mundo digan a sus amos: “Vayan y asesinen ustedes 
			mismos. Nos hemos sacrificado nosotros y nuestros seres queridos ya 
			lo suficiente luchando en sus batallas. A cambio, ustedes nos han 
			parasitado y robado en tiempos de paz y nos han tratado brutalmente 
			en tiempos de guerra. Nos han separado de nuestros hermanos y han 
			convertido en un matadero el mundo. No, no seguiremos asesinando o 
			luchando por un país que ustedes nos han robado”. 
			Creo, con todo mi corazón, que la fraternidad humana y la 
			solidaridad despejarán el horizonte frente a esta sangrienta carrera 
			de guerra y destrucción. 
			 
			IV. RESPECTO DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE PRENSA 
			 
			El caso Buwalda es sólo un aspecto más de la cuestión más amplia de 
			la libertad de expresión, de prensa y el derecho a la libre reunión. 
			 
			Muchas buenas personas piensan que los principios de la libre 
			expresión o de prensa pueden ser ejercidos correctamente y con 
			seguridad dentro de los límites de las garantías constitucionales. 
			Esto sólo es una excusa, me parece, para potenciar la apatía e 
			indiferencia frente al violento ataque contra la libertad de 
			expresión y de prensa que hemos sufrido en este país en los últimos 
			meses. 
			 
			Creo que la libertad de expresión y prensa viene a significar que yo 
			pueda decir y escribir lo que me plazca. Este derecho, cuando queda 
			regulado por los principios constitucionales, los decretos 
			legislativos, la decisión del todopoderoso Director General de 
			Correos o las cachiporras de los policías, se convierte en una 
			farsa. Soy consciente que se me advertirá de las consecuencias de 
			eliminar las cadenas a la expresión y prensa. Creo, sin embargo, que 
			el remedio frente a las consecuencias que resulten de un ejercicio 
			sin límites de expresión es permitir una mayor libertad de 
			expresión. 
			 
			Las cortapisas mentales nunca han podido poner freno a la marea del 
			progreso, en tanto que las explosiones sociales prematuras sólo han 
			tenido lugar tras una oleada de represiones. ¿Aprenderán alguna vez 
			nuestros gobernadores que países como Inglaterra, Holanda, Noruega, 
			Suecia y Dinamarca, con una amplia libertad de expresión, han 
			quedado liberados de las consecuencias? Sin embargo, Rusia, España, 
			Italia, Francia y, desafortunadamente, Norteamérica, han añadido 
			estas consecuencias a los factores políticos más urgentes. El 
			nuestro se supone que es un país gobernado por las mayorías, y 
			aunque ningún policía está investido con el poder de la mayoría, 
			puede romper una conferencia, echar al conferenciante del estrado y 
			expulsar a golpes a la audiencia fuera del local, siguiendo el 
			modelo ruso. El Director General de Correos, que no es un 
			funcionario electo, tiene el poder de secuestrar publicaciones y 
			confiscar el correo. Frente a su decisión, no existe más capacidad 
			de apelación que en la Rusia zarista. Ciertamente, creo que 
			necesitamos una nueva Declaración de Independencia. ¿No existe un 
			moderno Jefferson o Adams? 
			 
			V. RESPECTO DE LA IGLESIA 
			 
			En una reciente convención política de lo que fue una vez una idea 
			revolucionaria, se aprobó que la religión y la consecución del voto 
			no tienen nada que ver el uno con el otro. ¿Por qué deben serlo? En 
			tanto el ser humano está predispuesto a delegar el cuidado de su 
			alma al diablo, podría, con la misma coherencia, delegar en los 
			políticos el cuidado de sus derechos. Que la religión es un asunto 
			privado ha sido establecido por los Bis-Marxian Socialists (3) de 
			Alemania. Nuestros marxistas norteamericanos, carentes de vida y 
			originalidad, deberían acudir a Alemania en busca de su sabiduría. 
			Este conocimiento ha servido como un moderador fundamental para 
			conducir a millones de personas dentro de la perfectamente 
			disciplinada armada del socialismo. Podrían hacer lo mismo aquí. 
			¡Por Dios! No ofendan la respetabilidad, no ofendan los 
			sentimientos religiosos de las personas. 
			 
			La religión es una superstición que fue creada por la incapacidad 
			de la mente del ser humano para dar respuesta a los fenómenos 
			naturales. La Iglesia es una institución organizada que siempre ha 
			sido un impedimento para el progreso. El clericalismo organizado ha 
			despojado a la religión de su candidez y su primitivismo. Ha 
			convertido la religión en una pesadilla que oprime el alma humana y 
			mantiene su mente esclavizada. “El dominio de la oscuridad”, como el 
			último verdadero cristiano, Lev Tolstoi, ha denominado a la Iglesia, 
			ha sido el enemigo del desarrollo humano y el libre pensamiento, y 
			como tal, no tiene lugar en la vida de unas personas verdaderamente 
			libres. 
			 
			VI. RESPECTO DEL MATRIMONIO Y DEL AMOR 
			 
			Creo que éstas son las cuestiones, probablemente, más tabúes en este 
			país. Es casi imposible hablar sobre ello sin escandalizar la 
			preciada decencia de mucha gente. No nos extraña que prevalezca 
			tanta ignorancia en relación con estas cuestiones. Sólo un debate 
			abierto, franco e inteligente podrá purificar el aire del 
			histerismo, de tonterías sentimentales que amortajan estos aspectos 
			vitales, vitales para el bienestar tanto individual como social. 
			 
			Matrimonio y amor no son sinónimos; al contrario, son antagonistas. 
			Soy consciente del hecho de que algunos matrimonios son producto 
			del amor, pero las estrechas y materialistas limitaciones del 
			matrimonio, como tal, rápidamente aplastan la tierna flor del 
			afecto. 
			 
			El matrimonio es una institución que posibilita al Estado y a la 
			Iglesia unos ingentes réditos y unos medios para fisgonear en esa 
			fase de la vida que las personas inteligentes, desde siempre, 
			consideran de su propia incumbencia, sus asuntos más sagrados. El 
			amor, que es el factor más poderoso de las relaciones humanas, desde 
			tiempos inmemoriales ha desafiado todas las leyes hechas por los 
			humanos y ha roto los barrotes de los convencionalismos de la 
			Iglesia y la moralidad. El matrimonio suele ser simplemente un 
			acuerdo económico, que asegura a la mujer una póliza de seguro de 
			por vida y al hombre una perpetuadora de su clase o una bonita 
			muñeca. Es decir, el matrimonio, o su preparación para el mismo, 
			predispone a la mujer a una vida como parásita, una sirvienta 
			dependiente e indefensa, mientras que otorga al hombre el derecho a 
			detentar una hipoteca sobre una vida humana. 
			 
			¿Cómo pueden tales cuestiones tener algo que ver con el amor, el 
			cual renunciaría a todas las riquezas económicas y poder para vivir 
			su propio mundo sin ataduras? Pero ésta no es la época del 
			romanticismo, de Romeo y Julieta, de Fausto y Margarita, del éxtasis 
			a la luz de la Luna, de las flores y las melodías. La nuestra es 
			una época práctica. Nuestra primera consideración son los ingresos. 
			Cosa terrible si hemos alcanzado la era en que, se supone, se 
			verificarán los más altos vuelos del alma. 
			 
			Pero si dos personas adoran el templo del amor, ¿qué debemos hacer 
			con el becerro de oro, el matrimonio? “Éste es la única salvaguarda 
			para la mujer, para los niños, para la familia, para el Estado”. 
			Pero no es la salvaguarda para el amor; y sin amor, no puede existir 
			ningún verdadero hogar. Sin amor, no debería nacer ningún niño; sin 
			amor, ninguna verdadera mujer puede vincularse con un hombre. El 
			temor de que el amor no sea elemento suficiente para salvaguardar a 
			los niños está caduco. Creo que cuando la mujer firme su propia 
			emancipación, su primera declaración de independencia consistirá en 
			admirar y amar al hombre por las cualidades de su corazón y mente, y 
			no por las cantidades existentes en su bolsillo. La segunda 
			declaración sería que ella tuviera el derecho a seguir ese amor sin 
			impedimentos ni obstáculos externos. La tercera, y la más importante 
			declaración, será el absoluto derecho a la libre maternidad. 
			Así, una madre y un padre igualmente libres serán la base de la 
			seguridad para el niño. Tienen la fuerza, la solidez y la armonía 
			para crear la atmósfera necesaria en donde la planta humana puede 
			germinar en una exquisita flor. 
			 
			VII. RESPECTO DE LOS ACTOS DE VIOLENCIA 
			 
			Ahora debo señalizar mis creencias sobre lo que más malentendidos 
			ha provocado en las mentes del público norteamericano. “Bien, 
			vamos, ¿ahora no propagas la violencia, el asesinato de la realeza 
			y de los presidentes?” ¿Quién ha dicho eso? ¿Alguien me lo ha 
			escuchado decir? ¿Alguien lo ha visto impreso en nuestros escritos? 
			No, aunque los periódicos lo dicen, todo el mundo lo dice; en 
			consecuencia debe ser así. ¡Oh, qué precisión y lógica la de mi 
			querido público! 
			Creo que el anarquismo es la única filosofía de paz, la única teoría 
			de las relaciones sociales que valora la vida humana por encima de 
			todo lo demás. Sé que algunos anarquistas han cometido actos de 
			violencia, pero fueron las terribles desigualdades económicas y las 
			grandes injusticias políticas las que les llevaron hacia tales 
			actos, no el anarquismo. Cada institución en la actualidad se basa 
			en la violencia; nuestro medio social está saturado de ella. En 
			tanto exista tal estado de las cosas, tendremos las mismas 
			posibilidades de parar las cataratas del Niágara que de acabar con 
			la violencia. Ya he dicho que los países con mayor libertad de 
			expresión han tenido pocos o ningún acto de violencia. ¿Cuál es la 
			consecuencia? Simplemente que ningún acto violento cometido por los 
			anarquistas ha sido en beneficio, enriquecimiento o provecho 
			personal, antes bien, han sido una protesta consciente contra alguna 
			medida represiva, arbitraria o tiránica tomada desde el poder. 
			 
			El presidente Carnot, de Francia, fue asesinado por Caserio en 
			respuesta a la negativa de Carnot a conmutar la pena de muerte de 
			Vaillant, por cuya vida había intercedido todo el mundo literario, 
			científico y humanitario de Francia. 
			Bresci acudió a Italia con sus propios fondos, ganado en las 
			hilaturas de seda de Paterson, para conducir ante la justicia al rey 
			Humberto por su orden de disparar a indefensas mujeres y niños 
			durante un disturbio por pan. Angiolillo ejecutó al primer ministro 
			Cánovas por la resurrección de la inquisición española en la 
			prisión de Montjuich. Alexander Berkman atentó contra la vida de 
			Henry C. Frick durante la huelga de Homestead únicamente por su 
			intensa simpatía por los once huelguistas asesinados por Pinkertons 
			(4) y por las viudas y los huérfanos, desahuciadas por Frick de sus 
			miserables hogares que eran propiedad del señor Carnegie. 
			 
			Cada uno de estos hombres dieron a conocer sus razones al mundo a 
			través de mítines y declaraciones escritas, mostrando las causas que 
			los condujeron a sus actos, demostrando que las insoportables 
			presiones económicas y políticas, el sufrimiento y la desesperación 
			de sus compañeros, mujeres y niños, provocaron sus actos, y no la 
			filosofía del anarquismo. Se mostraron abiertos, francos y 
			dispuestos a asumir las consecuencias, preparados para entregar sus 
			propias vidas. 
			 
			Consecuente con la verdadera naturaleza de nuestros males sociales, 
			no puedo condenar a aquellos que, sin haber cometido ningún mal, 
			están sufriendo el extendido mal social. 
			 
			No creo que estos actos puedan conllevar, y no han tenido esta 
			intención, una reconstrucción social. Ésta sólo puede ser hecha a 
			través, primero, de un amplio y generalizado aprendizaje del lugar 
			ocupado por el ser humano en la sociedad y su apropiada relación con 
			sus hermanos; y, segundo, a través del ejemplo. Quiero decir, por 
			ejemplo, vivir la verdadera vida una vez sea reconocida, y no 
			simplemente teorizar sobre los elementos de la vida. Finalmente, y 
			como arma más poderosa, la protesta económica consciente, meditada, 
			organizada, de las masas a través de la acción directa y la huelga 
			general. 
			 
			El argumento generalizado de que los anarquistas se oponen a 
			cualquier organización, y por tanto defienden el caos, es 
			completamente infundado. Es verdad, no confiamos en los aspectos 
			obligatorios y arbitrarios de la organización que obliga a personas 
			con intereses y criterios diferentes a formar un conjunto, 
			unificándolos a través de la coerción. Una organización como 
			consecuencia de la mezcla natural de intereses comunes, creada a 
			través de la unión voluntaria, no sólo no es contraria a los 
			anarquistas sino que creen en ella como la única base posible para 
			la vida social. 
			 
			Ésta es la armonía para un crecimiento orgánico que produce 
			variedad de colores y que da lugar al conjunto diverso que admiramos 
			en las flores. Análogamente, podríamos organizar la actividad de 
			seres humanos libres dotados de un espíritu de solidaridad que 
			llevará a la perfección social armónica, que es el anarquismo. De 
			hecho, sólo el anarquismo puede dar lugar a una verdadera 
			organización no autoritaria, en tanto suprime los existentes 
			antagonismos entre individuos y clases sociales. 
			----------------------------------------------- 
			Publicado en el diario New York World, 19 de julio de 1908. 
			 
			Notas: 
			 
			(1) William Buwalda era un soldado del ejército quien, por estrechar 
			la mano de Emma Goldman tras una conferencia que dio sobre el 
			patriotismo en San Francisco en 1908, fue arrestado, juzgado en 
			consejo de guerra, expulsado con deshonores y condenado a 5 años de 
			trabajos forzosos en Alcatraz. El general que presidía el tribunal 
			consideró su acción como un delito por “dar la mano a una peligrosa 
			mujer anarquista”. Buwalda, un soldado con 15 años de servicios, 
			condecorado en una ocasión por su “fiel servicio”, no sabía nada 
			sobre el anarquismo en esos momentos, aunque acudió a la 
			conferencia de Goldman por curiosidad. Diez meses después de su 
			sentencia, fue indultado por el presidente Theodore Roosevelt. Una 
			vez liberado, devolvió su medalla al ejército con una carta en donde 
			comentaba que él “no volvería a llevar tales baratijas… Dénsela a 
			alguien que la pueda apreciar mucho más que yo”. A partir de ese 
			momento, se vinculó con el movimiento anarquista. (N. de E.) 
			 
			(2) En Estados Unidos, el Partido Socialista representa al ala 
			ortodoxa comunista. (N. de E.) 
			 
			(3) El término Bis-Marxian Socialists (también denominado como 
			Bismarckian socialism) hace referencia a las tendencias 
			nacionalistas dentro del movimiento socialista y comunista, 
			verdadera traición al inicial espíritu internacional del 
			socialismo, que a la larga daría lugar al Partido Nacional 
			Socialista alemán. 
			 
			(4) Agencia de detectives de infausto recuerdo para el movimiento 
			obrero norteamericano. Actuaba como fuerza de choque de los 
			propietarios cada vez que se declaraba una huelga. (N. de E.)  |