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ENTREVISTAS
Por Helios Buira
 

Marcelo Caruso / Escritor

HELIOS BUIRA: Marcelo. ¿Cuándo sentís la necesidad de ponerte a escribir, digo, por vez primera?

MARCELO CARUSO: - Como casi todo el mundo, en la adolescencia.

HB: Bien, supongo que recurrís entonces a un taller, para recibir allí la señal de un camino. ¿Al taller de quién?

MC: -Fui muy afortunado al tener dos excelentes profesores de Castellano y Literatura en el secundario. Carlos Nigro y Silvia Calero. Ellos fueron mi primer taller, porque me abrieron sus bibliotecas con enorme generosidad. Aún recuerdo el deslumbramiento que me generaron La Vorágine, Canaima, Pedro Páramo o Los Pasos Perdidos. Fueron tesoros prestados sin ninguna ingenuidad, obviamente, ya que me zambulleron para siempre en el mundo de las palabras. Después la casualidad me llevó a uno de los talleres de Roger Plá, y la desesperación por estar bloqueado, al de Abelardo Castillo.

HB: -¿Por cuánto tiempo estuviste participando de esos encuentros?

MC: -Dos o tres años en cada uno. Pero, quizás porque recién entonces estaba medianamente preparado, el que me marcó a fuego fue el de Castillo, no sólo por el maestro gigante que es, sino porque el grupo era en sí mismo enriquecedor. Sylvia Iparraguirre, el querido Roberto Anglade, Juan Forn, Lucio Donnantuoni, Elena Marengo y Jorge Mirarchi eran algunos de los integrantes fijos, a los que se sumaban varios itinerantes.

HB: -¿Cuándo aparecen esos cuentos maravillosos que escribís?

MC: -Con ese grupo del que hablé antes fundamos una cooperativa, La Rosa de Cobre, que autogestionó la publicación de los primeros libros de casi todos los escritores jóvenes de aquel momento, ya que no había editorial que apostara por nadie que no fuera garantía de éxito comercial. Además de los que mencioné, publicaron, por ejemplo, Lucio Yudicello, Susana Tosso y Fernanda García Curten.

HB: -Un pez en la inmensa noche, que fue premiado en México, creo, si mal no recuerdo publicado en 1989, ¿es tu primera experiencia?

MC: -Y la única en cuento, hasta ahora.

HB:- Héctor Lastra dice sobre tus cuentos que son “nítidos, densos, siempre cargados de tensión, de climas y de situaciones límites”. Leyéndote, le creo profundamente a Lastra. ¿De qué manera vas construyendo esas historias, esas narraciones, con personajes tan reales y concretos, en una ficción que se supone pertenece a lo imaginario?

MC: -A los tumbos, con marchas y contramarchas, como en casi todo proceso de creación. Hay un estado previo a la escritura, una sensación invasora de violencia o de amor o de tristeza, que sube hasta la garganta y no se conjura hasta que se transforma en palabras. A partir de ahí, lo que hay es trabajo

HB: -Después, Brüll, ese portento de novela. ¿Cómo llegás a ella, qué te lleva a semejante trama?

MC: -Le debo a Castillo haberme llevado a la casa de Fernando García Curten. Más que parte de una lección, diría que fue un legado inolvidable, la entrega de un tesoro oculto. Las esculturas que vi, que viví y sufrí y amé en su casa museo de San Pedro fueron un antes y un después en la vida de ese joven con aspiraciones artísticas que era por entonces. El dolor, la piedad, el sufrimiento, el alarido y los clamores ante la soledad, la muerte, el martirio de la carne y la violencia del poder. Todo estaba allí; si se me permite, hecho con desechos, con basura. Esos materiales eran una postura estética y, por supuesto, ética. De todo lo aparentemente innoble, de la materia bastarda y repugnante, las manos de Fernando eran capaces de hacer nacer un Cristo que redimía al mundo como nadie, porque generaba piedad y emoción y una belleza que escapa a mi pobre lenguaje. Me llevé esas esculturas conmigo (las llevaré adonde vaya, siempre), y comencé a imaginarlas sumergidas en las aguas de una inundación bíblica. Toda la historia (o buena parte de ella), surgió de la necesidad de “hacer” de algún modo, esculturas como las de Fernando García Curten.

HB: -Tus escritores, los que admirás, lees y seguís, esos que se les dice maestros. ¿Quiénes?

MC: - De Europa, Cervantes, Tolstoi, Thomas Mann. De América, Faulkner, Carpentier, Rulfo, Arlt, Castillo.

HB: -¿Qué obras te han conmovido de manera tal que dejaron una huella profunda en vos?

MC: - Los Siete Locos, todo Alejo Carpentier, Canaima, Los cuentos Crueles, El que tiene sed y Crónica de un Iniciado, y muchos más.

HB: -Y hoy, tus pares, tus contemporáneos. ¿Podrías mencionar alguno?

MC: -Sylvia Iparraguirre, el intenso Pablo Ramos, Samanta Scweblin, Hernán Ronsino, Alejandra Laurencich.

HB: -Horas de trabajo en la escritura; de día, de noche, ¿cuándo?

MC: - Cuando se puede. Todo momento es propicio si hay algo que decir.

HB: -Cuándo estás escribiendo ¿necesitás de soledad, de silencio y qué puede pasar si alguien interrumpe tu trabajo?

MC: -Hay momentos de soledad necesaria, y otros en que el empuje y la inercia son tales que se puede trabajar con música, charla y hasta una comparsa cantando en tu escritorio.

HB: Dicen que Henry Millar llenaba cuadernos de anotaciones y siempre, en alguna de sus novelas, aparecía algo de eso guardado. -¿Sos de corregir mucho, tomás apuntes, te informás

MC: -Sí. A veces, como en el caso de mi última novela, en exceso.

HB: -¿Cómo ves y sentís el mundo literario hoy?

MC: -Es una pregunta demasiado general. Una respuesta ceñida al ámbito nacional es que ahora hay muchas más posibilidades de publicar que hace treinta años, pero no implica necesariamente que se escriba mejor. No obstante la proliferación de editoriales pone en el ruedo a escritores valiosos, y eso es positivo, ya que están a la mano y dejan de ser secretos.Y por supuesto, el país continúa padeciendo el centralismo de Buenos Aires. Los escritores del interior siguen sufriendo de aislamiento.

HB: -Por último: sé que estás metido en una nueva novela. ¿Querés contarnos algo sobre ella, si hay un título y para cuándo crees que podría publicarse?

MC: - Se llama El Verdugo, y ya está terminada.

HB: -Marcelo, muchísimas gracias por aceptar la entrevista. Si querés agregar algo, hacelo.

MC:-Simplemente quiero decir que Brül también está ligada a vos, porque durante los años en que la mascullaba sin atreverme a escribirla, tu taller y tu oído fueron refugios y fuentes de energía y entusiasmo. Siempre estaré agradecido.

Muy pronto, nuevos entrevistados


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© Helios Buira

San Cristóbal - Ciudad Autónoma de Buenos Aires 2017

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